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1

Amanece en el cementerio,
los mirlos silban,
gorjean gorriones,
todos trinan
y sin embargo nadie se despierta,
los muertos duermen
su eterno sueño.

2

Llueve en el cementerio,
la noche derrama sus lágrimas
y los hierros de las viejas cruces chirrían,
entre tierra y agua, ataúdes
y dentro los muertos
cual naúfragos desamparados.

3

Los muertos ansían sobre sus lápidas
la mano que recuerde,
la flor, el beso,
la voz que quiebre el silencio
profundo y lánguido
que siempre habita su aire.

4

De océanos lacrimosos y silencios
está lleno el mortuorio,
lleno de polvo de olvido
y recuerdos agónicos.

5

Fue tu hora del adiós sin retorno,
de oquedad y osamenta,
de flores despidiéndote en tu puerta,
de epitafio, tuyo de ti, grabado
sobre esa diminuta ventana
de tu nueva casa de madera,
que quedó allá abajo, para siempre
cubierta por la espesa tierra.